miércoles, 3 de septiembre de 2014

Los trastornos mentales, ¿se manifiestan cada vez mas temprano?



Los problemas de salud mental en niños y adolescentes han aumentado en los últimos años, manifestándose en edades cada vez más tempranas.

Esta es una de las conclusiones de un estudio titulado “La afectación de la salud mental en la población infantil y adolescente en situación de riesgo en Cataluña”, que ha sido llevado a cabo por la Comisión de Salud Mental de la FEDAIA (Federación de Entidades de Atención y Educación a la Infancia y Adolescencia-Federació d’Entitats d’Atenció i d’Educació a la Infància i la Adolescència), junto con investigadores de la Universitat de Barcelona.

El citado estudio –planteado como una investigación cualitativa basada en los grupos de discusión-, recoge la percepción de más de 80 profesionales (tanto del ámbito público y privado como del tercer sector) sobre cómo afecta la salud mental en la población infantil y adolescente en situación de riesgo de Cataluña.

Para ello, y con el fin de conseguir una mayor representatividad, se organizaron seis grupos heterogéneos formados por diferentes tipos de perfiles profesionales y servicios, distribuidos en las cuatro provincias catalanas (dos en Barcelona y Girona, y uno en Lleida y Tarragona), a los que se instó a reflexionar de forma conjunta en torno a cuatro bloques temáticos relacionados con la salud mental de la población infanto-juvenil:
1.- Perfil del colectivo de niños y adolescentes atendidos en los servicios de Salud Mental.
2.- Necesidades y dificultades del colectivo infanto-juvenil con afectación en Salud Mental.
3.- Los efectos de la pobreza en la infancia.
4.- Servicios y profesionales del ámbito de la Salud Mental).

A continuación resumimos las principales conclusiones del estudio:
Existe una percepción generalizada de que, en los últimos años, los problemas de Salud Mental infanto-juvenil han aumentado en número, complejidad e intensidad.

Se evidencian “tendencias muy claras” que afectan al desarrollo del ciclo vital de los niños y adolescentes en situación de riesgo: un inicio de patologías en edades cada vez más tempranas, un incremento de las categorías diagnósticas y un aumento de la relación entre discapacidad intelectual y trastorno mental. Asimismo, se ha observado un inicio más precoz en el consumo de tóxicos junto con un mayor número de casos que relacionan este consumo con el trastorno mental.

El estudio destaca la importancia de prevenir y detectar precozmente las dificultades, y subraya la necesidad de realizar una atención integral del niño y adolescente, abordando la prevención “desde la corriente psicoterapéutica y psicoeducativa”.

En cuanto a las familias, el estudio advierte de que la presencia de problemas económicos puede propiciar o aumentar los problemas de ansiedad, alcoholismo, maltrato, o desatención de los niños. Asociado a esto, se observa una falta de competencias parentales (principalmente, a la hora de establecer límites), y, consecuentemente, un aumento de las situaciones de riesgo. De hecho, los profesionales coinciden en que ha habido un incremento de diagnósticos de trastorno mental, directamente relacionado con el aumento de situaciones de riesgo sociofamiliar.

Se reconoce cierta ambivalencia entre la “necesidad” de diagnóstico versus “la queja” con respecto al sobrediagnóstico. En este sentido, los profesionales dejan patente la necesidad de mejorar el diagnóstico en cuanto a “precisión y necesidad” de éste. Concretamente, ponen como ejemplo el Trastorno por Déficit de Atención por Hiperactividad (TDAH), recalcando el importante aumento que se ha dado en el número de casos diagnosticados en los últimos años.

Asociado al punto anterior, el estudio alerta sobre el exceso de medicación que, en ocasiones, “ni siquiera se complementa con un trabajo terapéutico suficiente”.

Por otro lado, hay una preocupación generalizada por la estigmatización que, aún hoy día, sufren las personas que tienen un trastorno mental, ya que influye negativamente en su decisión a la hora de pedir ayuda y acceder a los recursos de salud mental. Por esta razón, el estudio subraya la necesidad de orientar la intervención a “des-etiquetar” a los jóvenes y trabajar por una percepción social menos estigmatizada de la salud mental.

En cuanto a las posibles consecuencias de la crisis económica, se ha detectado una mayor incidencia de problemas de salud y, más específicamente, de salud mental. Se coincide en que la situación de crisis genera estados de ansiedad, depresión, estrés en las familias, etc., y que este malestar general “se proyecta directamente en los niños”. A este respecto, alertan de que “muchas familias están centradas en conseguir recursos para cubrir las necesidades básicas del hogar y descuidan otros aspectos que son igualmente importantes para el desarrollo de los niños y que permiten mantener un vínculo afectivo de calidad”.

En relación con las redes de salud pública, se revelan dos tendencias: la presencia de problemas de salud mental en niños cada vez más pequeños y un aumento de la demanda de servicios del Sistema Público de Salud debido a la gravedad de las problemáticas. Como consecuencia a una necesidad cada vez mayor de uso de la red de salud mental, los servicios especializados se encuentran saturados, produciendo colapsos en las listas de espera. Tal y como señalan, este aumento en la demanda de servicios de salud mental, deja patente la falta de recursos tanto humanos como de estructura, lo que reduce la calidad de la atención prestada.

Para paliar esta situación, el estudio aconseja intensificar la coordinación entre las redes de salud pública y el resto de agentes sociales, facilitando la transición entre los dispositivos de salud mental. Asimismo, con el fin de mejorar la prevención, detección y atención de los trastornos mentales, recomiendan invertir en recursos para el trabajo de carácter preventivo, al considerar que el deterioro de la salud mental “es un aspecto más de la falta de inversión en políticas sociales destinadas a favorecer el bienestar de la infancia que en España y Cataluña se encuentran muy por debajo de la media europea”.

En lo que al tratamiento se refiere, los profesionales proponen que la atención sea más individualizada, interdisciplinaria y especializada, y recalcan la importancia de “dar voz” a los niños e implicar a la familia en los tratamientos, dotando a esta última de herramientas que les permitan afrontar las dificultades asociadas a los procesos de sus hijos.

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